Conquista romana y Romanización


CONQUISTA ROMANA Y ROMANIZACIÓN

Como hemos mencionado, la expansión de dos grandes entidades políticas en el Mediterráneo, Roma y Cartago, llevó a un inevitable conflicto que deparó una serie de tres guerras, las denominadas guerras púnicas, siendo la Península Ibérica el escenario de la segunda de ellas.

Previamente a la Segunda Guerra Púnica se había producido el control cartaginés de parte del arco mediterráneo y el sur peninsular. Aníbal, a partir del 220 a.C., ideó la conquista de Roma y para ello los recursos peninsulares y su situación geográfica eran fundamentales. El Ebro servía como frontera entre las zonas de influencia cartaginesa (al sur) y romana (al norte) a través del TRATADO DEL EBRO que ambos firmaran en el año 226 a.C.. El casus belli fue el asedio y conquista de Arse (Sagunto), una ciudad que contaba con la protección romana, por parte de los cartagineses en el 219 a.C.

La conquista y ocupación por Roma de la Península Ibérica es un proceso largo y discontinuo con varias etapas que abarca desde el 218 a. C hasta el 19 a. C. Se puede establecer una periodización de ese proceso de conquista en tres etapas:

Primera etapa: se produce en el contexto de la Segunda Guerra Púnica y la ocupación del área ibérica (218-202 a.C.): se ocupa el sur y levante en la lucha contra Cartago. En este periodo es cuando se produce el intento de conquista de la ciudad de Roma por Aníbal tras atravesar los Pirineos y los Alpes, lo cual es considerado por los romanos como una ruptura del Tratado del Ebro. Entre los años 219 y 218 a. C. se produce el asedio y la conquista de Sagunto (casus belli), ciudad aliada de Roma, por parte de los cartagineses. Ambas acciones cartaginesas dan lugar al desembarco romano en Ampurias y para el año 206 a.C. los cartagineses han sido expulsados de la Península Ibérica por parte de Roma y Anibal ha sido definitivamente derrotado en la Batalla de Zama en el año 202 a.C. En esta etapa de la conquista, las operaciones serán dirigidas por Publio Cornelio Escipión

Segunda etapa: acontecida entre los años 154 a.C. y 133 a.C. Se produce la conquista de la Meseta frente a la resistencia de los pueblos indígenas (destacan los lusitanos y los celtíberos). Cabe resaltar la oposición del caudillo lusitano Viriato. Viriato invade turdetania y resiste 8 años. En esta rebelión pactará con los Arévacos y con pueblos del Norte de la Meseta para unirse frente a Roma. Será asesinado en el año 139 a.C. por su propia escolta (Roma no paga traidores) ante una supuesta recompensa romana.  

También es reseñable el asedio y la conquista de la ciudad de Numancia (en la actual provincia de Soria). En el año 153 a.C. los Belos amplían la capital de Segeda obligando a los Titios a unirse a ellos y construir una muralla en torno a la ciudad. El senado romano obliga a parar la obra y a que los segedanos proporcionen tropas y paguen impuestos a Roma proporcionar. Los segedanos se alían a los Arévacos. La guerra contra los romanos durará 20 años, hasta que Escipión Emiliano asedia y destruye Numancia en el año 133 a.C.  

Tercera etapa: se produce la conquista de la parte norte de la Península Ibérica (control total del territorio por parte de Roma) tras el desarrollo de las “guerras cántabras” contra astures y cántabros (29 – 19 a.C.). Tiene lugar durante la etapa de Augusto, primer emperador romano.

Durante el dominio romano de la Península Ibérica, la división de Hispania en provincias fue evolucionando a medida que el territorio conquistado iba aumentando.

- Primera división (197 a.C.): Hispania Ulterior e Hispania Citerior.
- Segunda división (14 a.C.): Tarraconensis, Bética y Lusitania.
- Tercera división (297 d.C.): Tarraconensis, Bética, Lusitania, Carthaginensis y Gallaecia.
- Cuarta división (siglo IV d.C.): Tarraconensis, Bética, Lusitania, Carthaginensis, Gallaecia y Balearica.

Una vez concluida la conquista militar se inició un largo período de dominio romano y al que genéricamente se le puede denominar como romanización: entendido como un proceso histórico que se inició en la península en el siglo III a. C. por el cual Roma explotó el territorio peninsular mientras que, de manera simultánea, la población indígena asimiló los modos de vida romanos, asumiendo las costumbres, la organización política y jurídica romana, así como la lengua, estructuras económicas y sociales, derecho, cultura y religión. Se trata, por tanto, de un proceso de “aculturación” (integración cultural) de las poblaciones indígenas por parte de los romanos, aunque se conservaron en mayor o menor grado algunas de las costumbres y formas de vida prerromanas. El proceso finalizará con la caída del Imperio Romano en el siglo V a.C.

El proceso no fue homogéneo en el tiempo (se intensificó notablemente a partir del final de la conquista, siglo I a. C.) ni se produjo del mismo modo en todas las áreas. Fue más acentuado en las áreas más desarrolladas y urbanizadas (litoral mediterráneo, en el sur y este de la península), y más leves en el interior, norte y noroeste.

Fue posible a través de  los vehículos de romanización, entre los que se destacan los siguientes:

  1. Aspectos sociales y administrativos: fundación de colonias que supuso la extensión de la vida urbana y la implantación de la administración de Roma, que fue sustituyendo a la forma económica social, política y cultural anterior y la presencia del ejército romano y el reclutamiento de soldados indígenas, que facilitó el contacto con los romanos y la concesión de la ciudadanía como reclamo para su integración. La estructura social se edificaba en función de la estructura económica. Así podemos distinguir entre aristocracia (senadores y caballeros), comerciantes acomodados, trabajadores libres y esclavos.

  1. Aspectos económicos: como la construcción de una excelente y bien estructurada red de calzadas que facilitó la romanización y la proliferación de la actividad comercial con la adopción de la unidad monetaria romana. Se implantó una estructura económica que giraba en torno al latifundio (gran extensión de tierra agrícola que puede alcanzar los centenares de hectáreas). La tierra del Estado (ager publicus) se repartió, vendió o alquiló entre los colonos, los indígenas y los soldados licenciados.
    1. Agricultura y ganadería: la base. Cereales, vid, olivo, frutas, hortalizas, ovejas (en la Meseta).
    2. Pesca: sal y salazón en pescado.
    3. Minería: oro (Las Médulas en León), plata (Cartagena y Sierra Morena), cobre (Huelva, Almería, Asturias) y mercurio (Almadén).

  1. Aspectos culturales: con la extensión progresiva de la lengua latina como idioma oficial y obligatorio, la extensión de las costumbres y religión de Roma (politeísmo, donde destacó la triada capitolina, y, a partir del siglo III, irrupción del cristianismo) y la adopción del derecho romano. Creció el número de ciudades (foro, acueducto, templos, circos, etc.), y de calzadas (Vía Augusta por el Levante y de la Plata entre Mérida y Astorga). Destacan figuras como el intelectual Séneca o el emperador Trajano.


A partir del siglo III, con la crisis del imperio romano, comienza a fallar el control del territorio y se producen incursiones de pueblos de origen germánico (bárbaros para los romanos). Para ello fue fundamental el fin de las conquistas y la concesión del derecho de ciudadanía a los habitantes libres del imperio, ya que ello redujo los ingresos del estado romano. Así, a partir del año 260 Hispania sufrirá la invasión de estos pueblos procedentes del norte de las fronteras imperiales, donde destacan los alamanes y los francos. Aumentaron los saqueos y las revueltas campesinas, lo que empobreció aún más la economía (ruralización, búsqueda de la autosuficiencia y regreso al trueque). La ciudad de Roma, y con ella el imperio, cae en el año 476.

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